El show de Domingo —conocido entre sus fanáticos como ‘El Héroe de los Andes’ o el ‘Héroe de los Aires’— era presentado en zonas públicas y en muchas ocasiones con fines caritativos. Se iniciaba con el inflado de su globo, continuaba con un ascenso veloz al cielo, que a veces alcanzaba alturas cercanas a los 2.500 metros, proseguía con ciertas acrobacias arriesgadas, ejecutadas sobre un trampolín colgado del mencionado globo, y terminaba alrededor de veinte minutos después del despegue cuando éste se desinflaba, para precipitarlo en una caída con destino a lugares inciertos y peligrosos. Al terminar, Valencia recolectaba monedas entre los curiosos.

La vida hasta ahora conocida de Domingo el Aeronauta está sembrada de aventuras, baches, hechos insólitos, enigmas e infortunios. Pantanos, abismos, árboles, ríos o el mismísimo mar fueron sus pistas de aterrizaje más frecuentes. A pesar de haber sido calificado por la prensa de sus tiempos de ‘orgullo nacional’, Valencia fue al parecer un peregrino y un acróbata pobre, del que muy poco se sabe y cuyos heroísmos hoy se mantienen olvidados por las mayorías. Rutinas como la suya hicieron parte de los primeros intentos exitosos de la humanidad por volar y favorecieron el surgimiento de muchos exploradores intrépidos del aire, o ‘globonautas’, como entonces se les denominaba.